"La vida de emprendimiento en Paseo el Carmen"
Por: María José Luna Shuttin
“Pregunte sin compromiso”. Dice Gabriela Ivette Flores a una mujer
que se acercó a ver los collares que tiene en la mesita de mantel blanco.
Gabriela es una mujer de 38 años que tiene su propia empresa de collares
llamada Kaaxil y de esto se gana la
vida; ahora es un día normalmente concurrido en el Paseo El Carmen, por ser
sábado y la hora que es, pasaban las 5:40pm y en el pasillo ya habían personas
por doquier mirando los productos de los puestos enfrente de la parroquia El Carmen,
con clima opaco porque llovió en la mañana pero claro porque ya es la época donde
el sol sale temprano y se oculta tarde.
La vida en Paseo El
Carmen empieza desde las 4:00 de la tarde, para unos media hora más tarde,
para otros, media después para llegar a poner sus puestos y a ordenar sus
lugares de trabajo. Parejas tomadas de las manos, de entre unos 21 a 25 años al
igual que familias conformadas mayormente por padre, madre, hijos pequeños y
adolecentes e incluso ancianos conforman la mayor parte del público del Paseo; un lugar indicado para salir a caminar por la tarde o por la noche para
recibir la frescura de la noche y ver las ventas de comida extranjera, artesanías, camisetas, lámparas, libros y accesorios, entre otros.
“Después del accidente automovilístico que sufrí y me dejó incapacitada
de hacer cualquier cosa por casi 9 meses, empezar a hacer collares fue lo que
me animó y me dio más ganas de no seguir
postrada en aquella cama viendo cómo se me iban todas las oportunidades,
ya con un título en la mano y así nació la idea de mi empresa Kaaxil y ha sido
difícil mantenerla a flote”. Cuenta Gabriela mientras toma un café sentada con
gesto serio pero amable, mientras las personas se acercan a ver los collares y
esporádicamente preguntar los precios.
El Paseo El Carmen ofrece algo
para todos, es evidente el éxito del lugar, siempre hay mucha gente en las
calles y también en la mayoría de los locales, tanto fijos como periódicos, y
que muchos de ellos ya han logrado clientes frecuentes, y los que no tarde o
temprano desaparecen, así es la vida aquí. Existe variedad y mucha rivalidad,
lo que lo convierte en un blanco fácil para la competencia desleal y a un
inminente desorden.
***
-“¿Cuánto es lo menos que lo da?”
-“$8 es lo menos”
-“Bueno, gracias” responde con
atisbo de decepción y enojo, una potencial clienta para Gabriela que preguntó
el precio de un collar muy colorido y notablemente más elaborado que los muchos
de los demás.
Con semblante serio y un poco
molesto le comenta a su madre que está sentada al lado en una silla de
plástico: “Más baratos no puedo dar los collares y bastantes me piden
descuentos que simplemente no puedo hacerlos”
-“Sí, vas a creer que piden
descuento todavía” responde doña Margarita de unos 60 y tantos años.
-“A este paso ya no le voy a
poder pagar otro fin de semana aquí; la situación no está para para dar tanto
descuento, ha estado mal la venta”
Como la situación de la empresa
Kaaxil se encuentran muchas otras dentro del paseo el Carmen, disputándose la atención
de los clientes entre aproximadamente más de 20 puestos de accesorios y también
los puestos de comida que indirectamente les quitan a clientes potenciales.
Con varios restaurantes y cafés, la diversificación es necesaria en el lugar, ya que la
falta de creatividad lo convierte automáticamente en un lugar con opciones muy
similares para los consumidores, cuando existe una regulación de parte de la
alcaldía para no optar por puestos, y locales con opciones iguales; ahora más
que nunca, es un deber en Santa Tecla ofrecer algo que no ofrezca nadie.

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