“NOS ACOSTUMBRAMOS A LA MUERTE SIN PEDIR SU PRESENCIA”




“NOS ACOSTUMBRAMOS A LA MUERTE SIN PEDIR SU PRESENCIA”

Por: Abigail Manzanares

El tráfico cada vez intensificaba la tardanza, los minutos parecían eternos y la paciencia de los motoristas en el Bulevar de los héroes parecía desbordarse en el claxon de sus autos. A la lejanía se veían carros patrullas, escandalo, alguien había muerto…


Eran las 6:30 de la tarde cuando se escuchó un golpe seco, gritos de personas alteradas. ¡El camión lo mató!
Me encontraba a un buen margen de distancia. Mientras la curiosidad me inundaba, la policía llegó. Un hombre de aproximadamente 35 años murió atropellado la tarde del pasado viernes 3 de noviembre de 2017. Su cuerpo estaba de perfil, con las manos extendidas, el rostro escondido y un rio de sangre entintaba la calle de malos momentos.
Algunas personas dejaron pasar las rutas de buses que los llevaban a casa con tal de ver en qué terminaba el suceso. El camión se dio a la fuga mientras que el cuerpo quedó tendido y expuesto a los ojos de todos los exportadores.
Una patrulla más se acercó al hecho, ya eran las 7:20 de la noche y la calle comenzaba a ser deshabilitada al paso.
Algunas personas que presenciaron el momento exacto sin muchos detalles comentaron a la policía que el fallecido había sido arrollado por un camión que transitaba por dicha vía.
Al lugar llegaron efectivos de Carabineros de la Tercera Comisaría, quienes informaron lo ocurrido al fiscal de turno que dispuso la concurrencia de la Sección Investigadora de Accidentes de Tránsito (SIAT) y personal de medicina legal.
La gente gritaba “¡quiten a ese muerto, abran el paso, apúrense!” quienes pitaban y expresaban su desesperación por la larga espera por el corte de tránsito en la pista.
Minutos más tarde la policía abrió acceso y logré encaminarme a mi destino. La misma curiosidad me hizo ver el cuerpo y en ese momento me percaté que no era la única. Todos miraban al fallecido como si fuera un desfile de carrosas y luego emprendían su camino sin pensar nada más que en llegar a sus casas, trabajos, citas, etc.
Supuse que por ser una calle transitada la policía realizaría diversos peritajes de manera rápida para esclarecer las causas del accidente. Me retiré del lugar y una hora y media después mi sorpresa fue grande.

El cuerpo aún estaba ahí, descubierto, ensangrentado, la policía no había hecho más que cerrar cierto tramo de la calle. El cuerpo del fallecido era un espectáculo al desnudo.
¿Nos acostumbramos a la muerte sin importar la dignidad de una persona fallecida? ¿Es tan común ahora ver un “muerto” en El Salvador que sin ningún respeto al cuerpo se le aísla de la visibilidad publica?
¿Es acaso la muerte un show que deba de apreciarse sin ningún tipo de censura? Eran alguna de las preguntas que rondaban por mi cabeza.
La anticultura de la violencia en El Salvador ya no inmuta a una gran mayoría de personas, poco a poco se nos ha ido inculcando que es a lo que debemos acostumbrarnos, algo ante lo que no podemos hacer nada. Noticias en radio y televisión, panfletos, redes sociales y demás no hacen más que difundir el espectáculo de violencia y muerte a la que día a día estamos expuestos.
¿Qué pensará un niño, al ver un cadáver en plena vía pública? ¿Germinará una semilla de sadismo, por llamarlo de alguna manera, o simplemente será un espectador de algo que no entiende y que no debería de ver sin ninguna censura?

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