SOSPECHOSO NO PUDO CON AGENTES DE LA PNC

Por: Ivannia Miranda
Tras varios intentos, lo agarraron, no obstante, pensó con astucia y se les escapó.



Era una mañana de mayo. Un sábado como ningún otro. Había pocos carros cerca de la zona del redondel del Árbol de la Paz. Recuerdo que iba sentada atrás y al lado de la ventana, como de costumbre. Mi hermana iba a la par mía, escuchando música con sus audífonos, mi mamá manejando y mi hermano de copiloto.

Nos dirigíamos a la casa de mi abuela de parte de papá porque habíamos quedado para salir a almorzar y luego ir a un cementerio privado, cerca de San Jacinto, porque íbamos a enflorar a mi papá por su quinto aniversario de fallecido.

Antes de eso, veníamos de una llantería porque desde hace una semana nuestro carro – Mitsubichi Lancer, azul, cuatro puertas – hacia un ruido, similar al de dos piezas de metal rosándose entre sí en las llantas de adelante.

En un principio mi mamá –  una señora alta, trigueña, cabello corto y ondulado, con ojos cafés –  pensó que eran las llantas y no le tomó mucha importancia. Sin embargo, el mecánico dijo que eran las pastillas de los frenos y eso cambió la situación. 

Le presté mi celular a mi hermana – una joven delgada, cabello negro y piel morena – para informarle a mi abuela que nos íbamos a retrasar un poco porque íbamos a pasar a un taller que queda sobre la 25 avenida, cerca del Hospital Nacional Rosales.

Todos en el carro (mis hermanos y yo) íbamos regañando a mi mamá por el descuido. Mi hermano aprovechó para ir aconsejando a mi mamá sobre otra forma de frenar; yo iba pensando en que gracias a Dios no nos había pasado nada.

Regresé a la realidad gracias a un frenazo que dio mi mama mientras íbamos pasando por el centro comercial que está cerca del Estadio Cuscatlán y enfrente del redondel y paso desnivel del Árbol de la Paz.

A través de mi ventana vi cuando dos agentes de la Policía Nacional Civil iban persiguiendo a un sospechoso, con una pistola en la mano. El sospechoso – de tez morena, alto y con barba – vestía bermudas beige, sandalias y llevaba una camiseta blanca en la mano.

Mi mamá con un gran miedo por lo que podía pasar, subió los vidrios y encendió el aire acondicionado. A mi mente se vinieron muchos escenarios: los agentes podían dispararle a esa persona en cualquier momento o él le podía hacer algún daño a mis hermanos, a mi mamá o a mí.

Tras varios intentos, lo agarraron, no obstante, pensó con astucia y se les escapó. Desde el principio el sospechoso corría más rápido que los agentes de la Policía.

Hubo un momento cuando lo volvieron a atrapar, pero al bajar unas gradas que daban hacia la calle, perdió el equilibrio y se cayó, dejando su camisa blanca en la calle.

Luego de eso empezó a correr más rápido y los policías se dieron por vencidos, se les había escapado por completo. Entonces regresaron decepcionados por no haber detenido al sospechoso al centro comercial adonde estaba otra pareja de agentes con otros detenidos.


Después del percance, mi mamá y los demás carros que por haberse detenido a ver el espectáculo habían comenzado a hacer una pequeña trabazón, siguieron su marcha hacia su destino.

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