El vaso medio lleno de El Salvador
Amo
ser salvadoreña. Desde que tengo uso de razón estoy segura de que nací en la latitud perfecta; donde el sol
tuesta y la lluvia refresca.
Imagen de archivo
Por Estefanía Flores
La
otra tarde leí en Twitter sobre un político que afirmaba que no hay inversión
extranjera en El Salvador, porque no existe ningún rubro lo suficientemente
bueno para invertir. Me pareció un comentario muy extraño porque a la vuelta de
cada esquina siempre hay un negocio que nos sorprende con el ingenio de sus
productos.
Los
inventos salvadoreños van desde refrescos exóticos con nombres extravagantes,
hasta prendas de ropa hechas con materiales reciclados y adornos de mesa
realizados con vidrio flameado; algo en lo que cualquiera debería invertir.
Sería
fácil que este texto se tratara sobre la pobreza y la necesidad latente en El
Salvador y escribiera que vivimos en uno de esos países cuyo subdesarrollo es
la consecuencia de los conflictos entre bandos de todo tipo; entre pandillas, partidos
políticos, personas con poder, cada uno le puede poner el nombre que quiera. Pero,
sería más de lo mismo.
Todos
podemos decir fácilmente que este país está tan mal porque aquí ya no hay
solidaridad ni laboriosidad. Creo que eso no es cierto. Yo he visto a un hombre
gastar su último dólar en una gaseosa para compartirla con su amigo. He visto a
niños que viven en las calles pedir dinero para sus hermanos. He conocido a
personas que estudian toda la mañana y trabajan vendiendo en la tienda de sus
padres toda la tarde. Los salvadoreños tenemos el incentivo de hacer las cosas,
y de hacerlas bien.
A
las 4 am las terminales de buses están que rebalsan de hombres, mujeres,
jóvenes y hasta niños. Vivo en un país en el que los niños salen de su casa a
las cinco de la mañana para lograr llegar a la escuela a las siete. Las personas
cruzan ciudades enteras para llegar al lugar donde estudian o trabajan. El país
se mueve por necesidad, pero también se mueve por una constante dedicación al
trabajo para que, al final del día, no le falte nada a nuestros seres queridos.
En El Salvador hay mucho de todo. Pero ¿por qué no dejamos de ver el vaso medio vacío, cuando es más fácil verlo medio lleno?
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