Cultura de la vejez



Un sector olvidado, marginado, discriminado, abandonado, despreciado: los adultos mayores.


Manuel de Jesús Gutiérrez, en las afueras de su lugar de trabajo
Fotografía por Alejandra García

Por Alejandra García
Son las 3:00 PM, un sábado soleado acompañado de la brisa que traen los vientos de octubre en El Salvador.  Al filo de la acera, sentado Manuel de Jesús Gutierrez, con camisa celeste, pantalón azul combinado con sus calcetines blancos, sus kickers negros bien lustrados, y su cabello a punto de quedar completamente blanco por su avanzada edad, está a la espera de instrucciones del próximo viaje con cargamento que tendrá que salir a dejar.

Manuel de Jesús es una persona mayor, o adulta mayor- por el término que se emplea actualmente desde el punto de vista de gerontogeriatría- que forma parte de un segmento poblacional que está bastante descuidado, en condiciones de abandono en El Salvador.
Él vive en el municipio de Santa Tecla, y a sus 74 años de edad, trabaja de motorista para una empresa de fabricación de muebles.

Manuel de Jesús se levanta cada día a las 3:00 de la mañana, hora en que se ha habituado por su jornada temprana de trabajo, cuestión que para él es imprescindible, ya que “si no trabaja, no come”.

Al empezar a conversar, se quita su gorra, la pone junto a él, y viendo hacia su lado derecho observa una gran cantidad de personas que van y vienen de El Cafetalón. Ve fijamente con rostro desgastado por el cansancio del día y dice: la delincuencia en este país me robó desde muy joven la oportunidad de prosperar, pero qué digo, no es la delincuencia, quienes nos han gobernado son los verdaderos culpables.


Manuel de Jesús Gutiérrez
Fotografía por Alejandra García

Visto desde el punto de vista macro, la etapa de adulto mayor no es atendida ni protegida con leyes nacionales e internacionales a materia de derecho, ya que es un segmento más que se suma a los otros semejantes como: la mujer y la niñez; son de alta vulnerabilidad, están descuidados, son víctimas de abusos, de violencia, abandono, en donde la mayoría no está protegida por el sistema nacional de pensiones.

Pese a estar consciente de que cada vez que recae en enfermedad recurre a las unidades de salud y Hospital San Rafael, ubicados en Santa Tecla, Manuel de Jesús afirma que es lo único que recibe por parte del estado salvadoreño.

El término gerontología de la Real Academia Española(RAE), hace referencia la ciencia que trata de la vejez y de los fenómenos que la caracterizan.

Según Martín Herrera Calles, Geronto-geriatra del Instituto Salvadoreño del Seguro Social, a las personas adultas mayores se les da una atención mediocre, ya que no hay atención con calidad hacia ellos, no existen ni centros de salud especializados exclusivos para el adulto mayor, no hay hospitales, y lo poco que se les hace y se les da, deja mucho que desear; para las instituciones gubernamentales, en términos de salud, el adulto mayor es el más caro porque es el que más demanda en servicios  de atención y salud.

No son una, sino de tres a cinco las patologías que padecen las personas adultas mayores, dentro de las cuales está la presión arterial crónica, la diabetes crónica, insuficiencia renal, problemas de próstata, demencia y otras que demandan tratamientos a largo plazo, e implica mucho dinero de por medio.

Dentro de los hospitales, muchos terminan falleciendo, ya que a sus patologías no se les ha atendido oportunamente, agregando que muchos no cuentan con cotización del Seguro Social, por lo que hay mayor probabilidad de quedar en el abandono.

Pero el mayor problema radica en que existe una carencia de cultura de la vejez, esto significa que hay falta de conciencia sobre lo que implica ser adulto mayor, enfocado siempre como una responsabilidad que recae sobre las estructuras del estado y sociedad en general.

Manuel de Jesús es parte del 9,4 por ciento de las personas de conforman la tercera edad de la población salvadoreña, según estudio realizado por la Dirección General de Estadísticas y censos (Digestyc).

Dentro de ese 9,4 por ciento, son muchos los que viven en residencias públicas, como en el caso de Santa Tecla en el cual hay un aproximado de seis hogares de categoría pública, o asilos, a los cuales los adultos mayores llegan en calidad de “caridad” por no tener lugar más que la calle para vivir, recaer en un estado de indigentes esperando a que una buena persona les regale "alguito de comer", y esperar a que se llegue la noche para lograr obtener un puesto en que dormir.

Manuel de Jesús cada día tiene una ardua jornada de trabajo, y menciona que a su edad considera justo la posibilidad de tener algún tipo de remuneración, puesto que después de trabajar toda su vida, y aportar un crecimiento a su país, El Salvador, es momento en que él pueda recibir algo por parte del gobierno.

La apertura de espacios de recreación gratuitos es parte de lo que Manuel Gutiérrez espera obtener algún día antes de morir, ya que considera que hizo desarrollar al país económicamente, así que se le debe hacer una devolución, con espacios exentos de pago, canasta básica, medicina, acceso de transporte público, con precios preferenciales que si o si, ayudan a una mejor calidad de vida.

Para Manuel Gutiérrez, la vida siempre le tocó difícil, pero nunca dejó de afrontar lo que se le pusiera enfrente. “Siempre fui motorista, empecé a trabajar en la ruta 101 del transporte público, en el año 1962, pero una enfermedad me hizo despojarse de muchas cosas, incluyendo mi herramienta principal de trabajo, mi picop. Luego de seis años sirviendo de mozo para compañías de cargamento, volví a adquirir un picop con el que solía parquearme -en el punto de picops- a un costado poniente del parque Daniel Hernández”.

Al avanzar los años, nuevamente fue víctima del robo de su vehículo por parte de una banda delincuencial. Es padre, de dos hijos y una hija, pero quienes luego de formar sus propias familias, le abandonaron y no le aportan ninguna ayuda, ni siquiera su compañía, cuestión que para él se vuelve un vacío emocional el saber que está solo y que podría morir solo.

En El Salvador, una persona que se encuentra en la etapa de vejez es desde los 60 años en adelante, y debería tener un hogar, en donde esté propiamente conformado por su familia, no un sustituto, ni adoptivo, sino rodeado de sus hijos, nietos; ese es su verdadero hogar porque ahí es adonde ellos se sienten plenos y cómodamente bien, tanto física, psicológica y emocionalmente, agrega Martín Herrera Calles.



Persona de la tercera edad en el Centro de Santa Tecla, La libertad.
Fotografía por Alejandra García

Lo poco que se hace en el país, se hace de manera muy superficial y no se hace a fondo, por lo que hay muchos vacíos e insatisfacciones, puesto que el adulto mayor es objeto de manipulación, de aprovechamiento en momento coyunturales de la vida nacional, como etapas pre-electorales, porque saben que son un segmento fácil de manipular e incidir en ellos, cuestión que debería ser sanción por parte de la Ley de Atención Integral para la Atención del Adulto Mayor  que tiene por objeto garantizar y asegurar una atención integral para la protección de las personas adultas mayores y contribuir al fortalecimiento e integración de la familia, pero su intervención es casi letra muerta.

Caso contrario a lo que la ley exige, para las instituciones “el adulto mayor es como una carga, como si fuera un gasto innecesario porque lo ven como personas que están más al borde de la muerte y como ya no los ven productivos, no se les da la atención que debería de dárseles”, menciona Martín Calles.

Es un derecho, por ser seres humanos, residentes salvadoreños, y en cualquier lugar del mundo, que las personas de la tercera edad tengan las condiciones básicas adecuadas para vivir, empezando porque su entorno esté empapado de lo que significa una cultura de vejez, además de respeto en todos los sentidos, a su integridad, físicamente, emocionalmente, psicológicamente; respeto en darle todas las atenciones que requiere: recreación, cultura, alimentación, salud, educación, deporte, es decir,  todos los derechos.

La población adulta de El Salvador va en ascenso, con altos índices de crecimiento, por lo que la FundaciónDr. Guillermo Manuel Ungo (FUNDAUNGO) considera que para el año 2050 las personas adultas mayores representarán el 24 por ciento de la población salvadoreña.

Esto implica cambios en infraestructuras, en políticas públicas, atención en salud, re diseños arquitectónicos de las viviendas, en las comunicaciones, genera efecto de cambio puesto que todo debe ser adaptado a la vejez, como parte de una realidad a la que todos concluyen.

Dentro del país no es fácil romper esquemas gubernamentales, sin embargo, lo poco que existe en ayuda termina siendo la fuente que les está permitiendo vivir a una gran parte de adultos mayores, tal como la que reciben por parte de la Fundación Salvadoreña de la Tercera Edad (FUSATE), quienes velan en cierta medida porque se reduzca el número de persona adultas mayores rondando en las calles, pidiendo “posada”, evitando espacios de riesgos y procurando cambiar la calidad de vida de estas personas.

 Personas de la tercera edad conversando mientras tienen una venta en el mercado de Santa Tecla.
Fotografía por Alejandra García


Penetrar en la población salvadoreña es una tarea difícil cuando se trata de hacerles asimilar y sentir la cultura de vejez, reconocer que es un problema de carácter estructural con raíces políticas, económicas, sociales y culturales del país.

Por algo se empieza, pero lo que se hace hasta ahora no es suficiente, y es probable que hasta dentro de unos 20 años o más, haya un avance en este tema, pero empezar por entender la cultura de la vejez es un buen camino, es algo esperanzador, pero hoy por hoy, hay una deuda con las personas de la tercera edad.

Ver vídeo de referencia: https://www.youtube.com/watch?v=_qelwJHx6q0


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